lunes, mayo 21, 2007

Willkommen nach Deutschland

Tras mucho tiempo sin publicar en el blog, añado una vivencia personal. Un viaje a Alemania que realicé hace algunos meses. Dada su longitud no lo traduciré al inglés como hice con los anteriores post.

La terminal

Comienzo a escribir esta historia. Relato desde la sala de espera del aeropuerto de El Prat. Curiosamente ahora mismo acaban de colarse dos gorriones en dicha sala y la gente los mira con asombro como si en este lugar lo natural fuese un elemento irreal. Van juntos es gracioso verlos volar aparejados entre la gente sentada. Voy a intentar hacerles unas fotos... Lo conseguí. Alguna virtud tenía que tener mi nuevo móvil barato, eso si tiene cámara y se le puede conectar al ordenador para intercambiar datos y hasta cargarle la batería.
Me estoy desviando del tema, pero antes de continuar añado un pequeño desvío más. Escribo desde un portátil del trabajo. Sí, yo, con un portátil,… hasta me he acostumbrado a usar su insulso teclado.
Uys, me llaman a embarcar… sigo luego, desde otro país.

Otro país

Ya estoy en otro país, Alemania, antigua tierra de bárbaros. Aunque de momento han sido todos muy gentiles… y eso que he tratado bastantes. Pero no me quiero adelantar a los hechos.

El viaje regular, me toco pasillo al lado de una parejita de alemanes, supongo yo por su forma de hablar, algo cariñosos entre sí. Viaje aburrido, pero he podido mirar algo por las ventanilla y ver esos paisajes que siempre parecen tan magníficos desde las alturas, al menos, a mi me impresionan mucho y me gustan más.

El paso por el aeropuerto de Dortmund ha sido realmente fugaz. Mi maleta salió la segunda por la rueda de reconocimiento, y no es que las maletas fuesen sospechosas de nada particular, pero te las pasan por delante de la vista y cada uno las mira ansioso esperando ver en toda que sale la suya. Se podría metaforear con esto y otras situaciones de la vida, pero ni quiero ni lo voy a hacerlo.

Con maleta en mano y portátil al hombro salgo hacía el exterior de la zona de maletas y allí, preciso, puntual, exacto y profesional como un alemán, estaba el conductor de mi “pick up service” que me había de llevar al hotel. El coche un cochazo con asientos de cuero, climatizador y otros lujos que un obrero de la programación como yo no sabe apreciar y lo considera ajeno a su mundo. Cuando partimos la noche ya había puesto sus pies en tierra al llegar estaba totalmente tumbada e inundaba el cielo.

El trayecto ha sido largo, interesante y curioso. He descubierto que los aborígenes de estas tierras sufren el mismo mal de la prisa que los habitantes del reino de los toreros y las folclóricas. Se pegan (de acercarse), hacen luces, dan acelerones, van más rápido de lo que deben… y además creo que en la autopista no tienen límite de velocidad, porque yo he visto marcar algo más de 160 kms/hora en el salpicadero del lujoso coche que me portaba.

Las vistas que rodeaban a la carretera eran bonitas pese a la escasa luz. El pueblo Detmold, muy alemán/austriaco, muy particular, con esas casas blancas con maderas oscuras cruzadas por la fachada formando cuadrados y triángulos. Los tejados muy de pico. Me ha sorprendido el escaso alumbrado de las calles, las luces son amarillentas y tenues como si tuviesen vergüenza de destacar demasiado. He visto un edificio que aventuro que puede ser una iglesia teutona, este es un estilo que me acabo de inventar y no sé si existe o no, pero desde mi punto de vista y conocimientos la describe de maravilla.

Pero me vuelvo a adelantar. El hotel sencillo, recogido, 3 estrellas, suficiente para mis necesidades. Con una cortina que por desgracia no tapa toda la luz que entra por la ventana y una neverita con bebidas que ronronea y de vez en cuando da un saltito. Espero que mañana cuando despierte no la tenga abrazada a mi lado en la cama. El baño me ha gustado, tiene una ducha con hidromasaje, que es algo que nunca se usa pero impresiona y queda bien.

Tras depositar mis pertenencias en la habitación y ver que era tarde para cenar me aventuré por esas calles de luz recatada a buscar un restaurante Español/Mexicano que desde casa había localizado en Google. Quiso el famoso buscador engañarme y al llegar al sitio, vi que sí era un restaurante mediterráneo, pero no latino, resulto ser un griego. Callejee un rato, y al final, lleno de valor me atreví a preguntar a las gentes del lugar con mi poderoso inglés que sólo hablamos a la perfección 4 o 5 personas en el mundo pero que no ha querido la fortuna que nos encontremos nunca. Nadie lo conocía, algunos ni eran del pueblo, maldita inmigración, pones cuatro cosas monas en un pueblo y se te llena de ingleses. Pero encontré una pareja multirracial, de dos razas para concretar, el ario y ella asiática. La chica dominaba bien el inglés y me indicó con interés por su parte y gran precisión el sitio, lo malo es que yo con mi poderoso inglés no la entendí del todo y me dio corte preguntarle más. Seguí andando hasta perderme, pregunté más y nadie conocía el sitio. Al final, viendo que ya era muy tarde decidí volver al hotel… pero en el retorno me perdí. Creo que me está aflorando mi lado femenino en este lugar, pues pregunté de nuevo, cosa que un hombre de verdad nunca haría. Un chico alto, un mocetón del lugar me guió al hotel, cierto es que le pillaba de camino, pero fue muy atento por su parte.

Ahora estoy en el hotel cenando kikos y una caña de chocolate rellena de crema. No es una gran cena pero calmará mi estomago hasta el desayuno donde hay buffet libre.

Como soy una persona muy amable he usado y abusado mucho del la expresión “Danke schön”, es de buena persona ser agradecido.

Terminaré de cenar y me acostaré. A ver que tal duermo. Ah, no lo he contado. La única ropa de la cama es un nórdico y la almohada es un cuadrado de 70 cms de lado y otra triangular de unos 35 cms de lado. Creo que esto está pensado para que el turista ocasional no se relaje demasiado y emplee su imaginación. Yo lo interpreto como un rompecabezas físico, un sudoku lechal

Guten abend. I continue tomorrow.

El resurgimiento de las antiguas culturas

Mañana es hoy. Las 19:18 horas. Ha transcurrido un día de trabajo en tierra extranjera. No ha sido un mal día, me voy adaptando a este desconocido país y voy aprendiendo poco a poco.

La parte que corresponde al trabajo ha sido tranquila, sin ninguna novedad salvo dos cosas.

La primera, me han presentado a varias personas, entre ellas un asiático de aquí, de toda la vida, que evidentemente habla alemán pero con el mismo acento que Bruce Lee dice la popularizada frase “Be water, my friend”. Pero me estoy desviando, la anécdota es que cuando me han presentado a un alemán él me ha preguntado algo así como “Is the first time you comes to Germany?” y yo que no me había enterado de una leche le respondí muy convencido “No, good”, delante de otros que sabía que si era mi primera vez. Esto de perder la virginidad es lo que tiene, que a veces sale desastroso. La segunda.

La segunda. La comida en la empresa, tiene comedor con self-service. Allí me he encontrado un alemán que ya conozco, un jefecillo el cual habla español y con el que no me llevo nada bien. Coño, si hasta me alegrado de verlo y como iba detrás de mí en la fila de la comida, incluso le utilizado para conocer ciertas cosas sobre los alimentos que íbamos a ingerir o no. Le pregunté por unas carnes que me llamaron la atención y me comentó que era un plato algo extraño del sur de Alemania, algo particular. Lo cogí. Tenía el aspecto de lomo adobado y sabía a franfurt y acompañado de un puré de patatas con hierbajos entremedio.

He notado otra curiosidad. Los olores, los perfumes, los ambientadores, etc… son un dulzón muy empalagoso. Incluso la CocaCola tiene un sabor con reminiscencias a esos aromas.

Detengo un momento mi narrativa pues estoy sentado en la taza del WC y las piernas se me están durmiendo seriamente,… me limpio y vuelvo.

Listo. Menos mal que nadie me podía ver, hubiese sido todo un espectáculo. Sentado, en el mencionado trono, en pijama y con unos zapatos de piel marrón muy elegantes. Ah, y con unos calcetines negros y finitos de vestir. La propia imagen del glamour.

Tras volver de trabajar y viendo que aun era de día aunque este iba decayendo he decidido dar una vuelta y aprovechar para hacer unas fotos. Que casas, que edificios, son realmente pintorescos.

Mi paseo no ha sido azaroso. Tenía un claro objetivo. Por cierto, debo hacer un flashback para explicar esto y resolver un misterio de ayer, pero antes descubriré el por qué del titulo de este capitulo.

Si quisieses conquistar a todas las gentes del mundo ¿cómo lo harías? Esta claro que hay que empezar desde un pequeño punto, quizás minúsculo. Hoy lo he descubierto, es una inteligente trama o conspiración. La respuesta correcta es: desde el interior de cada individuo.

Busqué en Internet mi restaurante español/mexicano que no estaba en la dirección que yo tenía… pero realmente si estaba ahí y digo estaba con toda la intención y énfasis en el tiempo del verbo. El griego que había en su lugar lo ha remplazado. Descubierto esto, no me rendí, continué mi búsqueda por el Google y localicé un restaurante mexicano, sin nada de español, en esta ocasión. No soy nada fan de la comida mexicana pero el hecho de que alguien me hablase en una lengua conocida y yo le pudiese responder sin entorpecimientos me cautivo.

Volviendo a mi recorrido tras el trabajo, ese era mi destino. Un lugar donde se hablase español. Cuando llegué me lo pasé, en lugar de “El Sol” un letrero rezaba “Bobis” y bajo él el dibujo de la cabeza de una oveja. Oh, horror, era otro restaurante griego. La trama al descubierto, quieren volver a conquistar al mundo desde los estómagos de sus gentes.

Detmold es una ciudad de unos 7.000 habitantes, en mi recorrido debo haber visto al menos 7 restaurantes griegos. No es casualidad.

No lo he dicho todavía, hoy he comido y lo he hecho bien. Ah, la comida aquí es más económica que en España. Mi andar me llevo delante de un local con fotos de comida. Dos números, el 2 y el 27 me encandilaron. Entré y los pedí sin grandes dificultades, además estaban buenos. El lugar era un chino, de los cuales también habré visto unos 7 en mi deambulares. La cantidad de gente de Asía es bastante grande pero se les ve muy integrados en la vida cotidiana, son alemanes como los demás pero más amarillitos y con mejor cabello.

Comido y satisfecho he vuelto al hotel, y en este, a mi majestuoso anterior asiento. Y ahora, que doy por finado mi relato de hoy, me comeré una caña de crema cubierta de chocolate, hermana de la de ayer y veré una película en el portátil. Antes de dormir quiero repasarme el acto 5 de teatro que me tengo que tener aprendido para este viernes.

Mañana más.

Dos hombres y una comida

Miércoles. Seré breve. Son casi las 22:00 y acabo de llegar al hotel. Hoy no he podido hacer uno de mis paseos exploratorios ni perderme ni hacer fotos.

Hemos acabado el trabajo a las 18:00, digo hemos pues éramos dos mi colega alemán y yo. La sorpresa del día era que me llevaba a cenar. Llovía, es primer día que llueve desde que estoy aquí. Mi paraguas que está secándose al ladito de la calefacción es un mudo testigo de ello.

Bien, decía que llevaban a cenar. Un detalle importante antes de continuar hemos visto un restaurante español. ¡Sí! ¡Hurra! No soy el único que habla castellano en la ciudad. Lo hemos visto pero no hemos entrado… hemos ido a uno de cocina alemana, aunque para ser sinceros los alemanes no cocinan mucho. Calientan cuatro cosas por separado, luego las juntan y le ponen diversas salsas. Pero no quiero ser critico, mi colega, indígena de lugar, me ha traducido, explicado y con suma paciencia me a ayudado a elegir. No quiero resultar presuntuoso pero ya voy comprendiendo y reconociendo algunas palabras o partes de ellas.

La cena estaba buena y me ha gustado, realmente me ha gustado. ¿Será que me va la comida alemana? No sé pero todo lo que he elegido para probar ha estado bastante bueno.

El restaurante estaba ubicado en la antigua casa cuartel del castillo. Porque Detmold tiene un núcleo rodeado por las murallas de un castillo y canales. Era caro, expensive, que diría un sajón. Aunque yo iba dispuesto a todo, incluso a invitar a mi colega. No ha sido necesario el cliente invitaba. Creo que ha sido la cena más cara que he comido nunca. Inevitablemente sigo teniendo mis gustos de pobre y la incapacidad de disfrutar de los lujos.

Durante la cena hemos hablado de muchas cosas y nos hemos medioenterado de bastantes.

Bien, ese es básicamente el relato de hoy. Antes de finalizar dos detalles. Anoche fui malo… y hoy he vuelto a serlo, en cuanto llego al hotel desconecto la ruidosa nevera. Es un alivio tremendo. La otra. Tiene mi habitación dos lámparas que me encantan. Si cupiese me llevaba una en la maleta. No es que sean preciosas, sin embargo, tienen una funcionalidad que me ha enamorado. Carecen de interruptor, su pie es de bronce, una imitación metálica de bronce. La gracia es que tocas el pie surge una luz muy tenue, lo tocas otra vez y luz se vuelve tenue, al tercer toque la luz se torna normal, y al cuarto se apaga. Maravilloso. El muy tenue o tenue sería ideal para dar ambiente a la habitación y hacer el amor con una amada, muy romántico.

Otro día menos. See you tomorrow.

La semana tiene dos días iguales

Suele ocurrirme que cuando intento recordar como se dice martes o jueves en inglés, confundo el nombre del uno con el otro o del otro con el uno. Algo parecido me ha pasado hoy en mis vivencias. Se podría intercambiar este jueves por el pasado martes y no habría demasiadas diferencias.

Para ser honestos, si que ha habido diferencias, sólo que me gustaba hacer una introducción (textual) tomándome cierta licencia artística. No es que el puesto de escribir de la taza del vater tenga algo de arte mientras uno está…, uys, ya lo he dicho. Por favor, los estómagos sensible, si vuelven a releer esto que lo hagan con los ojos cerrados o en su defecto con las manos ante ellos. Retomando el tema, esa era una de las similitudes. Otra es que volví a comer en el mismo restaurante asiático. La camarera, la cual tiene una voz muy dulce, y que no era china, sino de alemana, llevaba también la misma ropa de que el martes. A veces soy muy observador, sobre todo con lo que me interesa y la chica, morena con el pelo corto, gafas y un metro sesenta y mucho de estatura era objeto de mi interés.

Poco voy hablar del trabajo hoy. Ha sido un día que ha comenzado feo pero ha acabado bastante bien. Al acabar este, he dejado le portátil en el hotel cogido la cámara de foto. Con apenas 45 minutos de sol, he recorrido todos los sitios que tenía ojeados haciendo fotos. No creo haberme olvidado nada. Un éxito completo, aunque ya veremos que tal han salido las fotos.

He pasado por el restaurante español, he mirado la carta y ya sea porque los platos no me convencían mucho, por los precios, que eran bastante subiditos o porque he visto escritas “anchoas” como “anchovas”, que he decido pasar del restaurante y de la posibilidad de escuchar castellano en tierra extranjera. Me queda el consuelo de que mañana a estás horas si podré escucharlo en tierra más propia.

Aunque mi querido lector (esto se pone de compincheo con el lector aunque no se le conozca o le caiga como un rayo) no lo haya advertido he hecho un pequeño paréntesis, tal como hace dos días, y ya me hallo instalado frente a la mesa en más cómoda postura.

En el traslado he realizado un pequeño experimento. Tranquilos, no se alarme nadie, no es nada escatológico. La neverita, ese ser que enfría en su interior y emite ronroneos al mundo que la acoge, y que por cierto, vuelve a estar apagada por sentencia y ejecución de este que os escribe, venía acompañada de dos copas. Son buenas, quiero decir son de buen cristal. Le das un golpecito y se queda media hora sonando la nota. Observado esto he querido poner en práctica algo que vi en un programa de televisión sobre vinos. Alguno que me conozca se preguntará “¿qué coño hace viendo un abstemio total un programa sobre vinos?”. Pues a la hora de cenar, a veces, hay poco que ver de interés en la tele y de todo se aprende algo como es este el caso. Bien, en ese programa, se mojaban el dedo en vino y haciéndolo recorrer el borde húmedo de la copa lentamente esta emitía un sonido agudo. Confieso que me ha costado, sobre todo encontrar la velocidad a la cual la copa cantaba, pero sí, sí, es cierto, de ella manaba un agónico ulular.

Otra anécdota, pero es del segundo día, ese que se confunde con hoy. Vi alemán bajito. Donde su cabeza acababa comenzaba la nariz de su mujer y la barbilla de su hijo. Curiosamente, le vi en el chino. No sólo me fijo en la camarera.

Hoy es mi última noche aquí. Algo me queda por contar, pero lo dejo para otro momentillo. Ahora toca ver una película.

Frankie goes to home

Estoy en la terminal del aeropuerto de Dortmund. Me encanta esto de teclear desde estos sitios, uno puede hacerse el profesional, el interesante… y poco el chulo-portátiles.

En el trayecto hasta el aeropuerto he podido ver mejor la región. Es una zona donde se alternan bosques y prados. Es una zona bonita y muy bucólica. Los prados son de verdes intensos unos más claros otros más oscuros pero todos lucen con una fuerza propia, me recordaban al famoso fondo de Windows XP de la colina verde, sólo que aquí no grandes desniveles, todo es muy plano. Tiene que haber una industria maderera importante pues he observado muchos troncos cortados al lado de la carretera y en zonas más interiores apilados en forma de pirámide.

No quiero irme de estas tierras sin hacer un comentario sobre los colores, más concretamente sobre el sentido de la vista y la plasmación de imágenes de los alemanes. No recuerdo ningún famoso pintor alemán, quizás peque de inculto, pero no lo recuerdo, si conozco músicos, filósofos, escritores, pero no pintores. Este es el comienzo de una gran teoría mía. En Alemania se siente y entiende todo lo visual de forma diferente y particular. Los taxis son de color hueso-ocre con unas letras verde turquesas en los laterales. Algunos camiones tienen rótulos naranjas sobre verdes oscuros. No, no son colores que peguen. Además las letras son de un redondeado excesivo que queda poco serio. Pero no es esta una teoría azarosa, hay un hecho más que lo confirma sin lugar a dudas. Ninguna alemana se ha sentido irresistiblemente atraída por mi cuerpo y persona. Esta claro que no tienen buen gusto para lo visual y menos para los hombres. Cierto que en Barcelona me ocurre lo mismo, pero al menos allí los rótulos son más bonitos. Creo que es un tema a investigar digno de ser estudio para una tesis de alguna especialidad humanista o de medicina ocular.

Pronto embarco, curiosa palabra, debería ser “enaviono” o “envuelo”. Dejo de escribir y me despido hasta otro rato.

Me voy, me voy, me vuelvo, me vuelvo, oe, oe, eo, en un cuatro horitas estaré en casita, bien, yupi, sí.

Chucuchucuchú

Las cinco y algo de la tarde. Ubicación móvil, un tren que me lleva de Sans Estació a casa. El viaje terrible. Hemos salido con bastante retraso y al llegar han tardado media hora en poner los equipajes por la cinta.

Durante el vuelo me podido sentar al lado de una ventana y ver los paisajes desde las alturas. No puedo evitarlo, me encanta. A mi lado se ha sentado una chica muy alta. Era una especie de autista incívica. Me explico, se ha sentado sin saludar siquiera y luego más tarde ha sacado un bocadillo que se ha comido y dejado en el envoltorio en el asiento del medio. Las azafatas y azafatos pasan varias veces con bolsas para que la gente tire esas cosas que tras usarlas se convierte en desechos o acompañantes no gratos. La chica, no ha hecho nada por librase de sus restos.

Durante el viaje me he acordado de algo que aun no he contado sobre el pueblo alemán.
Son muy aficionados a las bebidas gaseosas. La CocaCola estaba mucho más dopada en burbujas que en España, puedo dar un fiel testimonio de ello, pues siempre consumía una a la hora de la comida. Los efectos venían después. Mi cuerpo se convertía en una gaita viviente. Por suerte tengo un gran arte de la contención que sino hubiese dejado en paro a Carlos Nuñez, Hevia y media legión de gaiteros escoceses. Soy una persona acostumbrada al gas, me gustan las bebidas gaseosas, pero lo de Alemania era excesivo. Después dicen que parte de la culpa de la destrucción de la capa de ozono se debe al metano que expelen las vacas en sus ventosidades… deberían investigar a los alemanas.

Mi estación está próxima… hasta más.

Tempus fugit

Han pasado unos tres meses desde mi último escrito. Vuelvo a estar envuelto en mi vida cotidiana.
Hoy he releido todo y corregido algunas expresiones y faltas ortográficas. El motivo publicar esta serie de relatos en mi blog desde donde ahora los lees.

Ahora sí puedo poner el punto final.