Primera semana de Junio.
Sábado, 6:30 de la mañana. Un ritmo machacón, repetitivo y persistente,
compuesto por sonidos graves, me arranca de la placidez de mis sueños. Veo
amputado mi tiempo de descanso por una insistente "música"
discotequera, del tipo denominado popularmente "música máquina", que
penetra sin invitación en mi dormitorio pese tener ventanas y persianas
totalmente cerradas. Es una invasión.
Intento,
pese a estar desvelado, volver a dormir. Imposible. Las sabanas son testigos y
victimas colaterales de mis vueltas y vueltas buscado una posición que me
resulte cómoda y que me aleje de ese maldito ruido polizón. Totalmente
infructuoso.
Impotente
(en doble sentido, ni siquiera tengo la erección mañanera que caracteriza mis
despertares en días no laborables), indignado y cabreado me levanto con una
firme propósito: determinar y localizar la fuente de emisión de semejante
perturbación sonora.
Recorro el
piso abriendo y asomándome a todas las ventanas. Estás se distribuyen por tres
de las cuatro paredes que conforman mi vivienda. Saco la cabeza por ellas y
escucho. Obtengo una teórica dirección desde donde parecen provenir los ataques
sónicos. Tras el rio, qué está a unos quinientos metros, puede que del polígono
industrial que hay al otro lado. Quiero confirmarlo. Estoy sumamente mosqueado.
Quiero saber quién o qué es culpable de
hacer que no halle tranquilamente dormido en la cama.
Me visto y
salgo a la calle. Nueva comprobación auditiva y confirmación de hacia dónde
orientar de mis pasos. Bajo hacia el rio, trescientos o cuatrocientos metros,
el machacón sonido se oye generalmente cada vez más fuerte, aunque en ocasiones
por la variación de la dirección en que sopla el viento le hace sufre
atenuaciones. Los silencios y cambios de volumen que a veces salpican este tipo
de música me despistan un poco.
Cruzo el
rio por el puente y me adentro en una manzana en el polígono industrial ubicado
al otro lado. Veo una persona mayor, un vejete paseando a tempranas horas
cuando el sol del Junio aun no es suficientemente fuerte para agredir la piel.
En mi obsesión por encontrar el origen de la perturbadora música, decido
preguntarle al señor. Algo de lo que al instante me arrepentiré.
- Perdone,
¿oye usted la música? - pregunto señalando ambiguamente al aire al tiempo que
recuerdo que con la edad el oído al humano se degenera y los sonidos agudos son
los primeros en dejar de formar parte de nuestras vidas. En ese momento sonaba
un incisivo y punzante "piu, piu... piu, piu".
-¿Qué
música? - me pregunta el hombre con cara de extrañado. No la oye. "Me va a
tomar un loco o chalado" pienso. Para contrarrestar tal posible impresión
le cuento de forma resumida que me ha llevado hasta ahí y el motivo de mi
búsqueda. Ahora también yo pienso si no andaré un poco mal de la cabeza. Le
agradezco la atención prestada al señor y continuo mi indagación dirigiéndome
hacia el interior del polígono. Siguiendo la estela del sonido como las ratas
al flautista de Hamelin.
El
estruendo de las máquinas de una fabrica me ocultan casi totalmente el ruido.
Unos gravísimos "clonk-clon, clonk-clon". No recuerdo a que actividad
se dedicaba aunque recuerdo que en su momento acaparó mi atención. Mi
desasosiego aumenta y pierdo confianza el alcanzar el objetivo de mi misión.
Dejo atrás
la fabrica y su escandalosa actividad, sigo adelante, cada vez me alejo más de
mi casa. Casi he atravesado el polígono de punta a punta, a unos 100 metros veo
la carretera C-17 (antigua N-152). Me desalienta tener la sensación de que el
insidioso sonido discotequero parece proceder de más allá de esa vía
comunicación para el tráfico rodado.
Decido
acercarme hasta la carretera, aunque temo que el ruido de los vehículos
dificultaran mis labores auscultativas.
Cuando voy
a cruzar la amplia puerta de una empresa, Grifols, un coche con aspecto de ser
alguna empresa de seguridad, creo que el primero que se deja ver por el
polígono desde que inicié mi gran búsqueda, gira y me corta el paso. Me alarmo,
pero parece que simplemente se dispone a entrar en el recinto. A través de la
ventanilla del conductor que está bajada veo un único ocupante. Un guardia de
seguridad de cuarenta y muchos años con pelo canoso y aspecto regio. Se le ve
fuertote y con cara seria. Lleva una barba y perilla canosas que me recuerdan a
algún personaje de las películas del oeste, un look muy texano. También le
hallo parecido con Kenny Rogers, el cantante de música country.
Dado que se
ha interpuesto en mi camino, que la ventanilla bajada facilita la comunicación
y que está esperando que la gran puerta en forma de verja se abra, con la
máxima educación me dirijo a él (su cara de pocos amigos acojona un poco):
- Disculpe,
¿sabe de dónde proviene esa música que suena? - añado una explicación para
justificar mi interrupción a sus tareas profesionales - Es que hace una hora me
ha sacado de la cama y estoy buscando el origen por si se puede hacer algo para
no vuelva a pasar.
- Pues no
sé. La vengo oyendo desde hace rato. Sé oye desde el otro edificio también -
señala a mi derecha para darme a entender que son otras naves de la misma
empresa emplazadas a unos 2 kilómetros de distancia - Aunque por aquí se oye
más fuerte. Debe ser alguna fiesta.
- Pues
seguiré buscando por allí. - señalo a mi izquierda dirección Granollers y hacia
donde se ubica el Circuit de Catalunya de F1 de Montmeló. - Gracias.
El guarda,
que tenía un trato más amable de lo que me había atrevido a aventurar, me
saluda y se adentra al interior de las instalaciones de Grifols.
Llego al
borde del polígono industrial y tuerzo a la izquierda, por una calle que
discurre paralela a la C-17. Como suponía el bullicio de los automóviles tapa
parcialmente el sonido perseguido.
Camino
entre las diferentes empresas dispuestas en la calle, me sorprende encontrar
algunas de bastante renombre. Distraído en mi contemplación llego nuevamente a
un borde del polígono, el paisaje cambia bruscamente. Las fábricas dejan paso a
campos de cultivo, huertos de tamaño medio y algunos árboles al borde de la
carretera que ya no es tal sino pista de tierra. Atraído por la repentina ruralidad
colindante, y porque está delante de mis morros, me adentro en esos lares hasta
ahora desconocidos para mí.
Me dejo
encantar por la visión de los campos, por la de alguna masía, por la naturaleza
natural y por la reconducida, hasta por la tierra del camino.
Veo un
señor mayor con unas cubos llenos de frutos de la tierra. Sale de su huerto (si
no es que estaba recolectando víveres en tierra ajena) y se dirige a la pista
por donde yo camino. Ante la oportunidad, le pregunto por la odiosa música. Me
dice, confirmando mis últimas sospechas que parece provenir del Circuito de
Montmeló, a unos 3 kilómetros de donde estamos. Le agradezco la atención y
continuo mi vagar.
Hace tiempo
que la música no se oye, ¿habrá acabado la fiesta? Son las 8 y media y sería
natural que cualquier evento de tipo discotequero hubiese finado a esas horas.
A la
izquierda de la pista se abre un camino custodiado por arboles, pequeñas
masías, casas de construcción más reciente y huertos. Renuncio a mi objetivo
inicial, me olvido de la sonido aberrante y hago turismo local por parajes que
desconozco de mi nuevo pueblo. El canto de un gallo me trae recuerdos de otra
época y mi tierra natal, incluso de silencios y olores.
El nuevo
camino deja atrás los arboles y edificios y se abre a descampados para morir en
la carretera que viene desde el circuito de Montmeló. Al otro lado hay unos árboles,
columpios para los niños y pequeñas esculturas con motivos infantiles. Junto a
ellos lo que yo llamo cariñosamente el "lago de los patos sarnosos".
Un lago artificial con patos de distintos tipos, ranas y peces. Un alto chorro
en su centro proyecta agua rompiendo horizontal estampa. Tiene también un medio
puente con recorrido sinusoidal que lleva al centro del estanque intentando ser
una especie de mirador donde hay poco que ver. El sobrenombre de "lago de
los patos sarnosos" se debe a la suciedad en las orillas que los patos en su
deambular por ellas incorporan a sus plumas luciendo como medallas churretones
y algún resto de basura de la civilización humana. A pesar de ser un sitio un
poco tristón y patético, me gusta. Los niños pequeños acompañados de sus
familias que van a ver a los patos disfrutan mirando moverse esos bichos semi-asilvestrados
que han añadido a su naturaleza la actividad de mendigar comida a los
visitantes del lugar.
Habiendo
llegado hasta donde estaba, decido retornar a casa. Me decido hacerlo por un
camino que discurre paralelo al margen del rio por el cual nunca he pasado. Un
señor mayor armado de un frondoso bigote y un perro que corretea a su alrededor
sigue la misma senda. Envalentonado por gran actividad social con desconocidos
de ese día decido preguntar a este paseante por el ruido de mis desvelos. Esta
vez no creo que me considerasen loco, como mucho absurdo. El bigotudo señor me
confirma que también lo ha oído, pero que ni idea de donde procede. Luego me desvía
el tema y habla de otras cosas, entre ellas de él. Le acompaño en su paseo,
vamos en la misma dirección y sentido, atendiéndole pero sin mostrar un interés
excesivo. A él no le importa, habla, habla, habla...
Transcurrido
un rato veo en la otra orilla del rio el "rocodromo" de Parets, que
en alguna ocasión había buscado por curiosidad, pero nunca encontrado. Le hago
notar a mi compañero de camino el descubrimiento, sesgándole su charla. No lo
ve muy bien, lo cierto es que está a unos 100 metros de distancia y algo
enmascarado por el entorno, y tampoco sabe bien lo que es. Aprovecho la ocasión
y se lo explico, no por querer ilustrarle, sino porque el calle. Creo que le
interesa tanto mi información como a mí la que él me proporcionaba.
El perro se
le despista y él se pone a llamarlo, incluso retrocede algo para ir a buscarlo,
ocasión que ambos aprovecharnos para liberarnos de nuestra pasajera unión.
Aliviado, le dejo ocuparse de su perro y acelero el paso. Bueno, voy a mi paso
normal, que es rápido, pero en este caso aun más, no sea que el señor vuela a
sentir la necesidad de un oyente y me vuelva a incluir entre ellos.
A una
distancia prudencial de 200 o 250 metros, relajo el andar para pasar del
ultrarrápido, en el que duelen las espinillas, al normalmente rápido.
Diez
minutos más tarde vuelvo a estar en casa, algo cansado, ligeramente sudado,
"he transpirado" que se dice para quedar fino, ignorante sobre el origen
de la "música" que me sacó de mi hogar, y sin pizca de sueño.
Decido
hacer caso a algo que me digo el bigotudo señor, era pesado, era plasta, pero
no por ello se puede desestimar al completo su verborrea. Llamo a la policía local
de Parets del Vallès.
Responde
amablemente una agente y me informa que ellos también han estado escuchando la
insistente aberración musical. Su origen y motivo eran unas carpas que han
montado en Montmeló, no lejos del circuito y que mañana repetían. Ellos no podían hacer nada,
pues quedaba fuera de su jurisdicción. Lo mejor qué yo podía hacer es poner una
queja en el ayuntamiento de Montmeló para intentar que no se repitiese el alto
volumen de evento.
Me dio
pereza la idea de ir a Montmeló, buscar su ayuntamiento y, si estuviera o estuviese
abierto, cursar una protesta. En su lugar, busqué su página en Facebook y de
forma amable, pero ligeramente irónica, exprese mi opinión y queja.
No sé si mi
escrito fue atendido, si hubieron más gentes que se quejaron en el propio
ayuntamiento o si fue por mi cansancio y déficit de sueño, pero a la noche
siguiente apenas oí la puñetera "música".
Días más
tarde me enteré el evento festivo musical se denominaba "Two days" y que habían acudido a hacer ruido varios de Dj's de renombre que no conozco,
así como Mario Vaquerizo y su esposa Alaska.
Para este
año tienen pensado volver. Grrr. Espero que la crisis tenga un efecto positivo
y no sea así, es decir, que trunque toda posibilidad de repetición... o, al
menos, decidan ahorrar vatios en potencia de sonido.
Ya os
contaré...o no.
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Hello people.
Hi girls!!!
Do you like music? Do you like dancing?
A few months ago I was dancing in my bed. Yes. I was struggling with my sheets ("sheets", no "shits"). I didn't want, but a ugly music I didn't allow me to
sleep.
I have been thinking about...
This year, possibly repeat the experience ...
and if I have to dance, I prefer
dance with youTurning and turning and
turning on our feet ... or in my bed. I have new moves to teach you.
Dear, dance with my, feel the rhythm of my heart, jumps on my body.
Think it, wish it...
A lot of musical kisses
P.S. I dance with you all... One moment, all, but never :
3 comentarios:
Los tapones aislan del ruido :)
Saludos desde tu pueblo.
Sí pero se usan cuando se esperan ruidos ... y son tan incomodos :-(
Saludos desde tu tierra
Anónimo
Eres un "peazo" de "spammer" como la copa de pino. "Pesao".
Anda y tira con viento fresco.
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